La crisis social del mundo ha llegado a un extremo que ya no lo pueden ocultar ni siquiera los organismos responsables de esta situación, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), las Naciones Unidas (FAO, CEPAL, etc.). El alza escandalosa de los precios de los alimentos sumirá a millones de personas en la inanición, y amenaza con producir nuevas revueltas y revoluciones.
Según el FMI, los precios de los cereales, que se han disparado en el último año, sumirán en el hambre a 100 millones en el mundo, que se suman a los 2,000 millones de personas que ya vivían por debajo de los dos dólares diarios que, según ellos, marca la línea de la indigencia. La CEPAL calcula que 10 millones de personas más dejarán de “poner la paila” en América Latina, un continente que hace décadas tiene a más de la mitad de su población por debajo de la línea de pobreza.
La irracionalidad del sistema capitalista, mal llamado “globalización neoliberal”, es de tal grado que las leyes de mercado funcionan al revés de lo que sostienen los economistas a su servicio: la mayor oferta o producción, junto con la menor capacidad de compra, no está produciendo una caída de los precios, sino todo lo contrario.
Esto se debe a una razón muy simple: el “libre mercado” ha producido una concentración y centralización de capitales y recursos en pocas manos, es decir, ha fortalecido a unos pocos que son los dueños del mundo e imponen los precios que les da la gana para mantener sus altas ganancias.
En realidad, la actual “globalización” no ha derivado en mayor competencia, sino en el control imperialista del mundo por 7 potencias y sus 200 transnacionales. Ellos, con la ayuda del Banco Mundial y el FMI nos han impuesto al resto el fin del proteccionismo a nuestros productores agrícolas, liquidar la seguridad y soberanía alimentaria en favor de la apertura comercial, llevando a muchas naciones que antes eran autosustentables a la dependencia de las importaciones de alimentos como México y la India.
Para justificarse, los dueños del mundo le echan la culpa de todo a China: que si el petróleo sube es porque los chinos tienen más carros, que si sube el pan es porque los orientales comen más comida occidental.
Como bien señala el Prof. Luis De Sebastián, las causas estructurales (como biocombustibles, crecimiento de China e India, o malas cosechas en Australia) pueden justificar un alza de precios paulatina y a largo plazo, pero no explican el aumento vertiginoso en tan pocos meses, entre 2007 y 2008. Porque la causa real es la especulación.
El ejemplo más claro de que la especulación capitalista es la responsable del alza inhumana de los precios de los cereales la da el arroz. Producto que no es utilizado como biocombustible, y que sus cosechas y existencias en todo el mundo han tenido un récord histórico este año de 423 millones de toneladas, capaz de satisfacer la demanda global. Pese a ello, el precio del arroz se ha más que duplicado en un año, pasando de 10 a 24 dólares por quintal, ó 360 a 760 la tonelada métrica.
Esta especulación contra el arroz ha llevado a varios países a restringir sus exportaciones, como Vietnam, Indonesia o Brasil, y a que en los propios Estados Unidos la cadena Wall Mart limitara la compra por cada cliente.
Otro economista (Rebelión 23/4/8) hay una correlación directa entre el aumento del precio del arroz y la devaluación del dólar. Según Spengler, gobiernos como el chino y los llamados fondos de cobertura de riesgo (hedge-funds), que representan capitales especulativos, están invirtiendo grandes sumas de sus dólares, antes que se deprecien, en bolsas de materias agrícolas, como el arroz.
De manera que, así como hasta hace poco se especulaba con las acciones de empresas públicas privatizadas, en fondos de jubilaciones, o en hipotecas de alto riesgo, ahora se ha puesto de moda especular con la comida como forma segura de hacer negocios invirtiendo en un bien vital para la humanidad.
Podemos afirmar que la política de George W. Bush para sostener una guerra, de hecho perdida, contra Irak y Afganistán, que debe pagarse con un altísimo endeudamiento norteamericano, que se intenta paliar con un dólar devaluado frente al euro, es la responsable directa del hambre que azota al mundo.
Agreguemos que esta guerra por apropiarse del petróleo iraquí, y que es la responsable de los altos precios del combustible, que saltaron de 30 por barril en 2003, cuando empezó la segunda Guerra del Golfo, a los más de 106 dólares en este momento, incide también indirectamente en la carestía de la comida.
Para colmo, la política norteamericana de convertir los alimentos en combustibles, como el etanol, usando principalmente azúcar y maíz, pese a estar fuertemente subsidiada por ese gobierno, encareció estos productos, llevando a los mexicanos a pagar más por sus tortillas este año, o a que decenas de miles de hectáreas de bosques sean desbastados en Brasil para convertirlos en ingenios azucareros. Fidel Castro fue uno de los primeros en denunciar este atentado contra la vida humana.
De manera que este año, los países pobres pagarán 57% más que el año pasado por los cereales importados. En conjunto el aumento de precios de los alimentos alcanza el 80% (!!) en dos años. En un mundo donde hace un par de años la FAO se ufanaba en decir que producía comida suficiente para alimentar a toda su población.
¿Quiénes son los beneficiarios de los altos precios de los alimentos y del hambre de tantos millones de personas? Pues nada menos que un puñado de empresas que especulan en la Bolsa de Comercio de Chicago: Cargill, Continental CGC, ADM, Louis Drayfus, ABB, que dominan el mercado del trigo, el maíz y la avena. James Petras cita al Financial Times (15/4/8) que señala que estas empresas engrosaron sus beneficios en 86% (más de 1,000 millones de dólares) en tan sólo el trimestre que cerró el 29 de febrero de 2008.
A estas empresas hay que añadir las que se dedican a otros rubros alimentarios (como lácteos) para cerrar el panorama del monopolio alimenticio: Nestlé, Borden, Cadbury,General Mills, Nabisco, Kellog, etc.
La situación es tan dramática que el director general de la FAO, Jacques Diouf, ha reconocido recientemente: “estamos presenciando disturbios alrededor del mundo debido al aumento de precios. Lo hemos visto en el norte de Kenia, lo hemos visto en mi propio país, Senegal, en Guinea, Burkina Fasso, Camerún, Egipto y Haití”. Y agregó que: “Existe el riesgo de que esto se extienda porque las causas son las mismas” (Eduardo Andrade, A.I.P.).
El mismo reportero cita al director del FMI, Dominique Strauss-Khan, uno de los responsables de la crisis alimentaria: “En las revueltas del hambre, lo peor, por desgracia, está quizá por delante de nosotros”. “No se trata de asustar, sino de ver la realidad”, agregó.
Jean Ziegler, relator de la ONU para el derecho a la alimentación culpó a la “globalización unilateral” por “monopolizar las riquezas de la Tierra” y afirmó que las empresas multinacionales son las responsables de esta “violencia estructural” (el hambre).
Ziegler cerró con estas duras y reveladoras palabras: “Y nosotros hemos oído de operadores de mercado, de especuladores y bandidos financieros que se han vuelto locos y han construido un mundo de inequidad y horror. Tenemos que detener esto... Esto es un asesinato en masa silencioso”.
Viniendo estas conclusiones de los responsables de organismos tan importantes como la ONU y el FMI no cabe duda de que la crisis económica y el aumento deshumano de los precios de los alimentos muestran la crisis de un sistema económico, el capitalista, y de su doctrina favorita de los últimos 30 años, el neoliberalismo.
Ha fracasado la apertura comercial; ha fracasado la Organización Mundial de Comercio (OMC); ha fracasado el Consenso de Washington y sus ejecutores: Banco Mundial, FMI, BID; ha fracasado el mal llamado “libre comercio” y las “leyes del mercado”; han fracasado los TLC.
Una vez más se ha demostrado la irracionalidad del sistema capitalista que, regido por la insaciable búsqueda de la ganancia, sólo puede dar a la mayoría absoluta de la humanidad sufrimiento, hambre y muerte.
Es urgente revertir las políticas neoliberales. Que cada país haga de la seguridad y soberanía alimentarias un eje que, partiendo del subsidio y protección a los productores agrícolas, garantice precios bajos y razonables a los consumidores, sacando de por medio a los especuladores, mediante mecanismos de comercialización estatal
Es necesario fomentar una industria nacional, sostén del mercado interno que cree los empleos necesarios y bien remunerados que garanticen el derecho al sustento a cada ciudadano. En el centro de todo, se requiere el papel del Estado como entre regulador, planificador y distributivo de la economía.
Pero el papel de conducción política de este esfuerzo económico no puede estar en las manos de los neoliberales y políticos corruptos que se han beneficiado de estas injusticias. Se requiere una alianza de fuerzas populares que reencamine la sociedad hacia un modelo más humano.
1 comentario:
Buen artículo!
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