lunes, 20 de abril de 2009

Defender el Interés Vital de La Nación


Tomado de: http://el-salvador.blogspot.com

La oligarquía y el partido Arena no terminan todavía de asimilar la derrota infligida por el pueblo salvadoreño en las recién pasadas elecciones presidenciales. Lo notamos en sus hipócritas posiciones de festejar el discurso inicial de victoria de Mauricio Funes y en las "reservas" que mantienen frente a las decisiones políticas y económicas del primer gobierno de izquierda por tomar posesión el 1 de junio del año en curso.

Lo hemos dicho y lo reiteramos: deben entender que la situación internacional ha cambiado, que las relaciones de poder han experimentado giros insospechados y que la estrepitosa caída del modelo neoliberal y la debacle del sistema financiero obligan a trabajar unidos y enfrentar con sabiduría y creatividad los difíciles momentos pues no sólo se están perdiendo millones de empleos a escala mundial, sino que sobre nuestras cabezas pende como una espada de Damocles la más terrible crisis alimenticia.

Por ello, decidir en las circunstancias de El Salvador de nuestros días, si debe mantenerse el concepto tradicional de la libertad de empresa, tan defendida y favorecida por los cuatro regímenes areneros, o si, en defensa de los intereses fundamentales de las mayorías poblacionales, es al Estado al que corresponde regular la actividad económica, no es un tema académico ni cuestión para nutrir o inflar programas políticos ante inminentes requerimientos populistas, sino dilema que es preciso, indeclinable, resolver cuanto antes como definición, como remedio lógico, no extremo, como paso que anticipamos no será del gusto de la oligarquía y de sus medios rabiosos de publicidad, pero que está en la obligación de ejecutar el nuevo gobierno.

La situación nacional e internacional no está para proceder con paños tibios, se debe actuar con firmeza y sabiduría, pues en el fondo está la supervivencia de millones de salvadoreños y no simplemente las cuentas bancarias de esa minoría de privilegiados que siempre han tenido el total respaldo de los sumisos gobiernos de derecha que a lo largo de 187 años han sido sus lacayos en la presidencia de la república. El simbolismo expresa que todos estos meses no han tenido las características de favorecernos con torrenciales lluvias que enriquecen cosechas y granean sembradíos. Las tormentas desatadas en nuestro horizonte son de muy distinta índole y, en lugar de prometer bienandanzas, como dicen los religiosos, se presentan como testimonios de desventura y, a su vez, como heraldos de males mayores.

Por razones internacionales fuera de nuestro control (el postrado director de el diario de hoy, siempre le echa la culpa a las reformas duartistas y al conflicto armado finalizado hace 19 años), como tanto se insiste en recordar y por las más de índole interno, como la dolarización, el abandono de la agricultura, en las cuales se podrían localizar responsabilidades concretas por la injusta distribución de la riqueza –dones y privilegios en exceso para los menos y restricciones y miseria para los más—por imprevisiones injustificables y por las ingratas presiones imperialistas y de organismos financieros mundiales, en contra de toda medida de justicia social, el baile entre precios y salarios iniciado con los regímenes areneros, para sólo referirnos a última etapa de un proceso inflacionarios siempre latente pero acelerado al máximo en los dos últimos años, se convierte en danza infernal.

En un comentario pasado, decíamos al respecto que los abuelos al presenciar el ascenso incontenible de los precios, recuerdan que en su tiempo los aguacates nada más costaban una subida al árbol para cortarlos; o que la libra de frijoles valía diez centavos de colón, y el mismo itinerario seguían los frijoles y el maíz dieta básica de los salvadoreños. El golpe de gracia llegó con los regímenes mercantilistas de Arena, puesto que para favorecer a los grandes capitalistas importadores abandonaron la agricultura y de paso eliminaron el Instituto Regular de Abastecimientos que al menos era "una tienda gigantesca" donde los salvadoreños más humildes podían adquirir los productos esenciales para la alimentación diaria. Y de ribete llegó el insensible e incapaz de Francisco Flores, quien a "sangre y fuego" impuso la dolarización. Desde entonces, la vida se tornó en un calvario y en una peregrinación hacia la miseria de la colectividad.

Los cínicos y los seguidores a ultranza de tan perverso modelo mercantilista, son los únicos defensores de Arena y de esas "momias" que hoy aparecen nuevamente en el escenario de esta tragicomedia para "redefinir" el rumbo de un partido irremediablemente condenado al panteón del recuerdo. Lo cierto que ya nadie, ni patrón ni empleado, pueden cultivar la engañosa ilusión de que aumentando hoy el diez por ciento, en dos meses otro diez y en poco tiempo otro porcentaje en los salarios sin control sobre los precios en general, se va a restablecer el sano equilibrio que normalmente debe mantenerse entre precios, salarios y ganancias. El mentiroso de Saca lo intentó en una más de sus teatrales apariciones ¿y que tuvimos? Más de lo mismo: a río revuelto ganancia de especuladores.

El presidente electo Mauricio Funes debe analizar a fondo todas estas circunstancias, dejar a un lado la diplomacia y la tolerancia con los grupos de poder. Lo decimos porque gobierno que pretende mantenerse fiel al anacrónico ideal de un liberalismo basado en la idea de que tratar igual a desigualdades es hacer justicia, es régimen expuesto a motines diarios, a estallidos de la inconformidad por todo y a un deterioro político, económico y social que no puede significar, como algunos empresarios cuya fortuna es, casi tan grande como su ceguera política, pudieran esperar, sino el caos, la anarquía. Los salvadoreños expulsaron a Arena del gobierno cansados de tanta demagogia, desempleo, alto costo de la vida, delincuencia incontenible y más. Han votado por el FMLN porque esperan cambios importantes, no ilusiones y promesas tardías.

Los nuevos gobernantes deben recordar que en toda situación de anarquía las primeras víctimas –y forzosamente las más castigadas—son precisamente las clases privilegiadas. No lo creíamos así pero los expertos señalan que no toda la felicidad viene precedida por el capital. La diaria elevación de los precios y las multiplicadas demandas de aumento de salario crean, pues, una situación falsa; un estímulo inflacionario, una oportunidad de máximo deterioro de los intereses comunes. En tal sentido, Funes y compañía, deben recordar uno de sus fundamentales deberes: defender el interés vital de la nación y el de la mayoría de sus gobernados. La intervención del gobierno en la economía romperá segura, inevitablemente, algunas de las bases jurídicas instituidas en nuestro país como norma de convivencia "en libertad". Pero, cabe recordar, esas mismas normas jurídicas nos dicen que para el espíritu constitucional el interés público está muy por encima de la propiedad privada. El gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica el más rancio defensor de la "libertad de empresa" ha tenido que intervenir y regular el mercado.

No hay en este momento en El Salvador una cuestión de más alta jerarquía que el restablecimiento del equilibrio entre los ingresos fijos y las necesidades del consumidor. No pueden postergarse las medidas concretas para combatir el infame abuso en el alto costo de las medicinas, lo mismo que la falta de las mismas en los hospitales públicos donde acuden los más humildes y olvidados de esta "patria chiquita que nosotros imaginamos grande", para repetir un verso de Rubén Darío. Todas las demás polémicas quedan rezagadas ante la prioridad de ese objetivo. Mauricio Funes, Salvador Sánchez Cerén y su gabinete, deben acentuar su intervención en la actividad económica, aun a riesgo de presiones poderosas y dificultades de diverso orden o renuncia a su principalísimo deber: el de procurar la prosperidad de la nación, tal y como se comprometen en el juramento protocolario al momento de asumir la presidencia de la república.


Publicado por pocote en 12:41 PM

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